Los casos de corrupción se apilan
en nuestro país, y en todos los demás; pero meteremos a unos cuantos corruptos
en la cárcel, renovaremos la confianza en las instituciones, y nos quedaremos con
aquello que necesitamos para vivir: La conciencia tranquila, el estómago lleno,
nuestras ocho horitas de trabajo diario, y los ojos cerrados. Todo volverá a
estar bien, sin que nada haya cambiado. ¿Por qué? Porque así es como queremos que sea.
Porque está muy bien criticar la
corrupción y después ir de compras al Ikea, en donde todo es más barato que en
la tienda de tu barrio; ya que el carpintero del barrio paga sus impuestos y
hace sus muebles en condiciones controladas, y la multinacional cotiza en
paraísos fiscales y aplica a saber qué condiciones a su mano de obra.
Porque es muy “Cool” apoyar a los
negritos que se mueren de hambre, mientras nuestra tecnología (Desde el ordenador
en el que escribo, hasta la lámpara de noche de tu mesita) avanza a costa de
los recursos naturales que les robamos, para tener cada día más prestaciones a
un coste que nuestra calidad de vida de occidentales nos permita.
Porque mola mucho ser progresista y
defender tus derechos, salir a la calle a exigir más y más para ti y a criticar
a quienes cometen la osadía de acaparar más que tú; y olvidarse de aquellos que
no pueden alzar la voz por culpa de tu estilo de vida.
Porque es más fácil engañarse, en lugar
de admitir que somos cómplices de la corrupción, y que sin nuestra indolencia y aprovechamiento no habría lugar para todos esos desfalcos que criticamos a la par que
promovemos.
No mola...pero se puede negar la realidad. El todo o nada, es un juego peligroso que puede caer en demagogia.
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