¿Sabe? Yo también soñaba, como usted. Soñaba con enamorarme,
formar una familia, dedicar mi vida a mis pasiones e incluso, por qué no,
mejorar un poco mi pedacito de mundo si surgía la oportunidad. En las largas
noches del soñador, a menudo había imaginado cómo sería esa vida que la
esperanza me prometía, y aunque la realidad aún era dura, paso a paso iba
convirtiéndome en la persona que quería ser. Pero de pronto mi vida cambió.
¿Dios? ¿Destino? ¿Azar? No importa, simplemente las reglas fueron modificadas.
Mis piernas ya no respondían, mis brazos apenas eran capaces de alzar su propio
peso, y mi entendimiento se nubló.
Tras un pequeño periodo de confusión, hubo un tiempo en que sólo
quedó dolor a mi alrededor: Cada gesto de mi familia ocultaba una pesada
lágrima; las sonrisas y caricias de mis amigos, velada compasión; y mis
innumerables suspiros, un sinfín de deseos inconfesables. Ya nada tenía
sentido, el sufrimiento se había convertido en mi único horizonte, lo que hacía
de mi vida un terrible castigo, en lugar del precioso regalo que siempre creí
que era.
Fue entonces cuando comprendí qué es vivir. Perdido en la
oscuridad más absoluta, incapaz de entender ni asimilar mi situación, una
pregunta acudía una y otra vez a mi mente, como impulsada por un resorte
invisible: ¿Por qué sigo vivo? No encontraba las palabras que pudieran
responder esa pregunta, pero sentía la respuesta; la sentía dentro de mí con
una seguridad que nunca antes había sido capaz de experimentar. ¿Qué define al
ser humano? ¿Movilidad? ¿Potencia?... Nada de eso, es la necesidad de
superación lo que nos define, fielmente flanqueada por la capacidad de amar, y
el deseo de ser libres. Por eso hemos llegado tan lejos, o lo haremos algún
día. Yo no voy a ser menos, superaré esta nueva prueba, volveré a soñar.
Permita que me
presente: Soy un hombre que ya no existe, pero también un hombre nuevo; una
conciencia diluida, y sin embargo, más plena que nunca; un alma atrapada por
muros incomprensibles, tan altos e inabarcables como lo son mis ganas de
atravesarlos. Soy fuerte, soy libre; y con vuestra ayuda, seré feliz.
La joya de la corona. Podría leerlo mil veces permaneciendo intacta su fuerza.
ResponderEliminar