De entre todas las
enfermedades que afectan al ser humano, existe una que, por común y extendida,
pasa completamente desapercibida: El incomprensible apego a una ficción que
convertimos en realidad, enfocando en torno a ella buena parte de nuestras
ideas políticas, nuestros sistemas de gobierno, y nuestras propias vidas. El
dinero, el puto dinero.
Ni el más grande pintor
de todos los tiempos, ni el mejor filósofo de la historia, ni el mayor
psicólogo de entre todos los que han dedicado su vida a estudiar al individuo…;
ninguno de ellos sería capaz de retratar al hombre en un pedazo de papel con la
claridad y crudeza con la que lo hace un billete de cinco euros. Y es que es
eso, un pedazo de papel, y nada más que eso. Pero un papel puede ser muchas cosas:
Un sinfín de sentimientos expresados en unos versos, las ideas de una vida
contenidas en unas líneas, el reflejo de un alma a través de una pintura… Pero
también puede ser una cárcel; o más bien, un carcelero. La cárcel somos
nosotros.
Y es que no hay mejor
ejemplo de la denominada “mentalidad de manada” que la simple existencia del
dinero. Miles de millones de personas haciendo cosas que detestan, con el único
fin de obtener algo que ya tienen: El derecho a vivir dignamente. Pero nos han
convencido de que para ello necesitamos dinero. ¿Y por qué? Porque los peores
de nosotros son quienes deciden como ha de vivir el resto. Ellos acumulan los
recursos, y los reparten a su antojo exigiendo a cambio lo único que un hombre
posee realmente, que es su tiempo. Y el hombre, manso y obediente, continúa por
el sendero marcado; como si el resto del campo no fuera también Tierra, y los
sueños no pudieran convertirse en Vida.
Es necesario huir del
juego de ilusionistas que gobierna nuestros actos, y comprender de una vez por
todas que para comer no hace falta dinero, si no comida; para vestirse no es
imprescindible el dinero, si no la ropa; y para refugiarse del clima no debemos
ocultarnos bajo un fajo de billetes, si no bajo un techo. Nosotros debemos
decidir cómo obtenemos todos esos recursos que provienen de la Tierra, la cual
nos pertenece a todos por igual, pues nadie nace siendo más que otros, por
mucho papel pintado de colores que sea capaz de reunir.
El sistema, lo mal que funciona y nuestra sumisión por miedo a que caiga...¿miedo a perder un mal referente, o miedo a tener que crear otros? Simplemente miedo, siempre el miedo.
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