La realidad es un lugar ajeno a mi
sentir. El incesante acoso de los horrores que me acompañan coacciona mi
percepción, negando todos mis esfuerzos de vida. No soy yo… y sin embargo, soy
tan yo como cualquiera.
Ellos son lo mismo. Puedo
reconocerme en sus ojos apagados, caminar entre sus andares mecánicos, asentir
ante su estridente sonrisa forzada… puedo morir lentamente junto a ellos, entre
iguales. Morir de mediocridad.
Pero también puedo elegir no
conformarme. Seguir buscando hasta el día en que mi único horizonte sea la urna
en que reposen mis cenizas, acompañado de aquellos que exigen de la vida algo
más que vivir. Siendo yo, siendo con ellos.
Somos la infinidad de mordazas que acallan
nuestras ideas, las cadenas que limitan nuestra comprensión, las cargas que
doblegan nuestra voluntad… Fuimos ansia
de vida, culto a los temores, débil reflejo grisáceo en una noche sin estrellas…
Seremos lucha, duelo a muerte contra la razón, eterna batalla del existir.
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