Las ideas son rencorosas, acusan
por siempre al traidor; sobre todo, las erróneas.
Ocurre como con la gente: Cuanto
más equivocados, más seguros de sí mismos; cuanto más débiles, más exigentes;
cuanto peores son, mejores quieren parecer. He aquí la razón principal de la
deriva social: La gente es de mentira, sus ideas no son suyas.
En una época en que confundimos información
con sabiduría, hipocresía con educación, y política con moral… hemos asesinado
dioses y reyes para someternos voluntariamente al autoengaño inducido por el
ego, el mecánico avanzar por la vida con el esfuerzo ajeno, y la calidez de la
libertad en oferta por liquidación.
Y es así como se construyen miles
de millones de vidas llenas de nada: Fomentando la simpleza que se disfraza de
excepcionalidad por imitación. Y así, en donde la gente importa un poco porque
es necesaria para que la rueda gire, la gente está contenta. Y así, en donde
no, que mueran llorando. Y así el Sol se esconde, y así la Luna brilla, y así
pasa otro día sin que nada cambie. Y así trescientas sesenta y cinco veces al
año, y así cien años por siglo, y así diez
siglos por milenio… Y así, eternamente repetido, es como ha sido desde que el
hombre es hombre, si es que alguna vez
lo fue.
Y resulta, entonces, que no es un
problema de nuestra sociedad, ni de nuestra gente, ni de nuestra cultura. Es un
problema de nuestra naturaleza imperfecta, y de la incapacidad por
esforzarnos en cambiarla. Es una idea que nos acusa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario